Por Lilian García
Fotografía Arturo Pérezequera
Un negocio tan duradero debe tener sus secretos para trascender de generación en generación; en esta ocasión, el establecimiento más antiguo de Salamanca nos cuenta los suyos.
Fue a finales del siglo XIX cuando el doctor Alberto Flores, reconocido médico en la ciudad, abre la Botica del Señor del Hospital como consultorio; no se sabe la fecha exacta de su apertura, sin embargo, en el año de 1908 pasa a manos del dentista Francisco Garcilita Vera, un hombre muy respetado en Salamanca, quien se preparó en la CDMX como boticario para atenderlo.
La Botica del Señor del Hospital destaca sobre las farmacias por muchos aspectos, pero el más característico, es ese olor que tiene en su interior; nos remonta a la época en que nuestros antepasados iban a comprar los remedios para el hogar, sin duda un aroma de mucha historia y sabiduría.
De entre tantos productos que manejan, se distinguen unos cuantos por su peculiar composición y efectividad; tanto que personas de otras ciudades del Estado vienen buscando dichos remedios. El éter compuesto para el postparto, la loción de lima para la caída del cabello y la carmelitana como calmante son parte de su repertorio. Las primeras fórmulas son del doctor Garcilita Vera, y a lo largo de su historia han colaborado en ellas muchas empleadas, que además aportaron su sabiduría a las recetas de la botica.
El secreto de su permanencia ha sido continuar con la tradición, ya que el hecho de contar con los remedios de toda la vida, los que siempre han funcionado y seguirán, hace que la gente busque sus productos por nombre o por padecimiento, sumando hoy en día a su oferta, productos de belleza 100% orgánicos para el cuidado de la piel y el cabello.
Sus propietarios Carmen Garcilita Sotomayor y Francisco Garcilita Durán, han sabido mantener vivo este icono de la identidad salmantina, adaptándose a los cambios que exige el mercado e innovando su servicio mediante la venta por redes sociales; una práctica que les ha permitido llevar sus productos a otros estados de la República. Sin duda, es un orgullo tener un negocio que ha prosperado a través de los años y sus inclemencias, digno de presumir por su constancia, dedicación y amor al servicio de sus clientes.
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